Para guardar su Palabra, es necesario conocerla
Próximos ya a la fiesta de la Ascensión del Señor, seguimos comentando las palabras de despedida de Jesús en la tarde del Jueves Santo. Con ellas no solo quiso abrir confidencialmente su corazón a los discípulos, también quiso abrirles los ojos, clarificándoles algunos criterios para que, en su ausencia, y “antes de que esto suceda” supieran interpretar correctamente las situaciones, sabiendo a qué atenerse. El pasado domingo considerábamos la señal del cristiano: el amor al próximo “como yo les he amado”, con una advertencia, “permanezcan en mi amor”.
Hoy nos dice, “el que me ama guardara mi palabra”. Y es que amar a Jesús y al próximo, es una cuestión práctica. No se trata de manifestaciones rotundas de fidelidad, como San Pedro; ni de meros sentimientos: “no el que me diga: Señor, Señor…”
Jesús es contundente y señala: “El que me ama guardara mi palabra; el que no me ama, no guardara mi palabra”. Con ello Jesús nos quiere decir dos cosas: que “solo desde el amor es posible guardar su palabra, y que solo el que guarda su palabra permanece en su amor”.
Guardar la palabra es una expresión bíblica, muy frecuente en los libros sapienciales. Los padres judíos exhortaban a sus hijos a conservar su enseñanza. Los rabinos amonestaban a sus discípulos a obrar rectamente, guardando asi su doctrina. A su vez, Jesus motiva a aus seguidores a vivir a su ejemplo. Esto quiere decir guardar su palabra.
Con esto queda al descubierto la contradicción del que “se confiesa creyente pero no practicante”. El que no adopta, el que no asume la praxis de Jesús, su palabra, no cree en El ni le ama de verdad. El amor, como la fe, sin obras está muerto. Por ello podemos afirmar que creer es igual a enamorarse. Que esta vida es una búsqueda de dos que bien se aman.
Sin embargo, para guardar su palabra es necesario conocerla y, además, interiorizarla en la meditación y oración para vivirla en el día a día, de tal manera que se impregnen con su luz los comportamientos y las actitudes personales. Jesús se va, pero queda presente en su Palabra.
Los discípulos que oyen estas palabras saben que Jesús esta por dejarles, pero que no los abandona en el mundo: les promete retornar El y el Padre para habitar en quien, mientras tanto, haya sido fiel a su Palabra y se haya sentido amado por ambos. Les promete, asimismo, para el tiempo de su ausencia la asistencia de su propio Espíritu. El mimos Jesús no entiende su despedida como tristeza porque su despedida es al mismo tiempo llegada, y es mas importante la llegada que la desédida. Por eso, rectamente entendida, la expresión “si me aman” de be interpretarse como alegría “porque me voy al Padre”. Esa desaparición corporal permite la presencia interior de las tres divinas personas en todos los que le aman; ¡alegremosnos!, porque somo templo sagrado de Dios. Esta presencia nos invita a verificar que todo el mundo está vestido por la hermosura de Dios.