Domingo 5º de Pascua
EL AMOR ILUMINADO DE EVANGELIO
El evangelio nos sitúa hoy en ese momento único de la vida de Jesús en que, acercándose la hora de su muerte, confió a sus discípulos, como última voluntad, el precepto del amor fraterno. Como le quedaba poco tiempo de pasar entre los suyos, se ciñó a lo esencial en cuanto a lo que tenía que decirles: la gloria de Dios va unida a la gloria de su Hijo y esta se consigue donde los discípulos de Jesús son reconocidos entre los hombres, porque luchan y logran amarse mutuamente.
En aquella última noche de encuentro e intimidad Jesús dejo dicho a sus discípulos que el mundo lograría conocerle como Hijo de Dios, si pudiera reconocerlos como discípulos suyos; que los hombres darían gloria a Dios si ellos pudieran distinguirse por el amor que se tienen. Estas últimas palabras de Jesús deberían ser para nosotros, como lo fueron para los primeros discípulos, fuente de consuelo, y, al mismo tiempo, motivo de crecer en la conciencia de responsabilidad.
Antes de Jesús, la enseñanza de los rabinos sobre el tema creía ser generosa, pero se quedaba a medio camino: “Amaras a tu próximo y odiaras a tu enemigo”. El Señor corrige y orienta aquel amor tradicional, ampliando el horizonte frente al corazón de sus discípulos: “Amen a sus enemigos, hagan el bien a los que les aborrecen, oren por los que les persiguen y calumnian”. Y otro día añade: “Nadie tiene más amor que quien da la vida por sus amigos”. Finalmente, en el discurso de despedida, invita a sus seguidores a amarse “como yo les he amado”.
Mientras muchos judíos identificaban su religión como un conjunto de normas, mientras otros aceptaban que era suficiente cumplir todo ello exactamente, el Maestro proclama su mandamiento nuevo, partiendo desde el corazón. Desde el lugar que había señalado como la cuna de las malas obras, los homicidios, las rencillas, los envidias, los fraudes, la lujuria, las codicias, el orgullo, las venganzas.
Una pregunta recurrente es ¿Cómo lograr el ideal del amor, si mis prójimos no siempre dan una medida de bondad y simpatía que me motive a amarles? Es importante recordar que el amor cristiano no brota de sentimientos momentáneos. Nace de una convicción firme: cada prójimo es un hijo de Dios. Por tanto, es mi hermano. Es una invitación a querer amar hasta que el otro crezca y se perfeccione. El amor iluminado de evangelio es la marca de fábrica de los cristianos.
Al preguntarle a Madre de Teresa de Calcuta si no se cansaba por tanto trabajo, su respuesta fue: “Hijo, es necesario amar. Amar siempre. Seguir amando. Hasta que duela”. Y en otra ocasión comento: “Debemos amar sin esperar nada a cambio, no por lo que puedan aportarnos. Si esperamos algo a cambio, entonces no se trata de amor, porque el amor verdadero no pone condiciones ni alberga expectativas”.