La festividad se remonta al siglo XIV, en concreto a 1333 cuando la Orden Hospitalaria de los antonianos se instala en Valencia. En las afueras de la ciudad levantan una ermita y un hospital en el que pudieran descansar los caminantes que llegaban de Cataluña y de Aragón y que entraban a la ciudad por la puerta de Serranos.
Con los años los antonianos abrieron un pozo y plantaron un olivo para hacer más agradable el descanso a los peregrinos, mendigos y también a los labradores de la zona que, con el tiempo, dijeron que el agua era milagrosa, lo que se transmitió de generación en generación. Y, sin saber cuándo fue el inicio, se convirtió en costumbre que el 17 de enero la gente acudiera al santuario con los animales para dar una vuelta al olivo, arrancar una ramita y colocársela al animal como adorno para protegerlo, descansar y regresar a casa.
La iconografía de la Iglesia suele presentar a San Antonio Abad, Patrono de los animales, junto a un cerdo pues se cuenta que en una ocasión se le acercó un jabalí hembra con sus jabatos ciegos en actitud de súplica, y el Santo los curó. Desde ese momento el animal no se separó de él. Luego con el tiempo y por la idea de que el cerdo era un animal impuro, se acostumbró representarlo dominando la impureza y por esto le colocaban un cerdo domado a los pies.