2 de marzo…. Pero de 1865, Hace 155 años, Fundación del Seminario Conciliar de Querétaro.
Pbro. Francisco F. Gavidia Arteaga.
No siempre han existido los seminarios. Estos comenzaron cuando el Concilio de Trento (1545 – 1563) determinó su institución. Antes de esta determinación los aspirantes al sacerdocio se formaban en algunas escuelas parroquiales, diocesanas o en universidades católicas. Posteriormente eran presentados al Obispo para ser ordenados sacerdotes.
El Seminario de Querétaro, nació juntamente con la Diócesis el 26 de enero de 1863 por la “Bula Deo Optimo Máximo”, del Papa Pío IX.
El Sr. Pbro. Manuel Castro y Castro, en 1853 fue nombrado Profesor de Dogma en los Colegios de San Ignacio y San Francisco Javier. No pudo por mucho tiempo explicar el Dogma en los mencionados colegios, que ya por entonces habían pasado a ser de filiación laica. Llegó por fin el día en que esa noble ciencia fue descaradamente despedida de ellos y con ella su virtuoso Maestro, que desde hacía siete años la explicaba (1860). Sin perder tiempo el Padre Castro y Castro abre en su casa habitación la clase de Teología Escolástica, a que concurrieron parte de los alumnos que la cursaban y parte de los que habían concluido la Filosofía, deberían comenzar el curso. La clase fue del todo gratuita, no obstante que el profesor, por un desprendimiento de esos que apenas contará un ejemplo cada siglo, vivió en la miseria.
La persecución que hizo del Padre Castro blanco de sus tiros, lo obligó a poco tiempo de abierta la clase, a elegirse por asilo uno de los ex conventos… Allí concurrieron después de recibir y dar la clase, a estudiar la Sagrada Escritura, la liturgia Eclesiástica y a rezar el Oficio divino. Así pudieron seleccionarse los que tenían inclinación al estado clerical de los que no la tenían, con provecho de aquéllos; y pudieron cultivar su vocación como no habrían podido cultivarla en el seno de un colegio laico. Sobre todo, un puñado de jóvenes elegidos por Dios, tuvo en el padre Castro un maestro, un guía, un padre que engendró en ellos el espíritu sacerdotal.
La persecución lejos de amainar arreciaba y, viendo los enemigos que el Padre Castro era uno de los sacerdotes más fieles a las enseñanzas de la Iglesia, le hicieron objeto preferido de sus iras, a tal grado, que tuvo que ocultarse y andar, como se dice, a salto de mata para poder seguir enseñando a sus discípulos. Llegó un día en que no pudo hacerlo por sí mismo y tuvo que valerse del alumno D. Florencio Rosas. Que era sin duda el más aprovechado, para trasmitirlas.
Hasta que al fin los ánimos fueron calmándose, y cuando Querétaro fue elevado a la categoría de Diócesis, el señor Gárate sabiendo que un grupo de jóvenes de su Diócesis estaban preparados para recibir las sagradas ordenes, dispuso por medio del M.I. Sr. Don Luis Gonzaga Borja y Barbosa, que corridos los trámites canónicos, se presentaran en México, acompañados por el Sr. Pbro. Don Manuel Castro y Castro, bajo cuya sabía y prudente dirección se habían preparado, a fin de conferírselas.
El 22 de septiembre de 1864 el docto y santo sacerdote llegó a la presencia del Ilmo. Sr. Gárate, llevando a aquel grupo escogido de jóvenes. Había llegado de dar el primer paso en la benéfica empresa de fundar el Seminario.
Conociendo el Ilmo. Sr. Gárate los méritos que con su celo por la causa de las vocaciones sacerdotales había acopiado el mencionado P. Castro y las aptitudes que para formar a los futuros ministros del altar poseía y de las cuales eran prueba aquellos candidatos, aprovechó la ocasión para nombrarlo PRIMER RECTOR DEL SEMINARIO DIOCESANO, con autorización de allegarse los elementos necesarios para la creación del establecimiento.
Ya puede imaginarse cuál sería el entusiasmo con que el Padre Castro trabajaría por la pronta inauguración del Primer Plantel de la Diócesis. Nos lo imaginamos, yendo y viniendo, consultando con el señor Gobernador de la Sagrada Mitra y los respetables canónigos del Cabildo Eclesiástico; visitando los edificios anexos a nuestras iglesia, formando la planilla de los superiores del establecimiento, los programas de estudios y el reglamento interior; inclinando con su bondad nativa a sus numerosos amigos a ser los primeros bienhechores del Seminario; invitando a los jóvenes piadosos e inclinados al altar a ser alumnos fundadores; discerniendo con su prudencia las primeras vocaciones; venciendo las mil dificultades inherentes a toda obra de Dios, y soportando con generoso valor los sinsabores, trabajos y contradicciones.
Una de las dificultades que más lo debió hacer sufrir fue la de hallar un edificio adaptado a las exigencias del colegio que iba a fundarse.
La Bula de Erección de la Diócesis señala el que por largo tiempo ocuparon los colegios San Ignacio de Loyola y San Francisco Javier, (“con igual autoridad apostólica mandamos que, ya sea el Colegio que bajo la invocación de San Ignacio de Loyola y San Francisco Javier existe en dicha Ciudad de Querétaro…, o cualquiera otro edificio el más a propósito se adquiera y sea instituido por Seminario Eclesiástico.); para que en su caso de que no hubiere otro suficientemente idóneo que pudiera adquirirse, se estableciera en él el Seminario. Pero, como el Gobierno Civil lo había ocupado desde 1844, el Padre Castro tuvo que buscar otro.
Congregante y muy devoto de la Santísima Virgen de Guadalupe, es muy explicable que pusiera sus ojos en el anexo del Templo de la Congregación de Clérigos Seculares, que, como acólito; había frecuentado cuando niño. Aunque no muy amplio, dicho anexo parecía suficiente para lo que por entonces exigía la formación de un grupo de alumnos, como tenía que ser el de los seminaristas fundadores.
Por fin, después de no pocos ires y venires, consiguió el diligente Rector, no sabemos si alquilado o prestado, el edificio anexo al Templo de San Antonio, que para los religiosos Franciscanos descalzos de la Provincia de San Diego de México, había sido construido a principios del siglo XVII y que entonces se hallaba deshabitado.
Y tanta prisa se dio en allegar todos los elementos que requieren un establecimiento de enseñanza para alumnos internos, que para principios del siguiente año, siquiera fuese en forma modesta, contaba con lo necesario. Sólo se esperaba el arribo del Ilmo. Sr. Gárate para determinar la fecha de apertura. El 29 de enero de 1865 los fieles queretanos pudieron recibir a su primer Obispo.
Hechos los preparativos para el acto inaugural, se fijó el 2 de marzo del mismo año de 1865 para su celebración. El Seminario Diocesano de Querétaro, fue inaugurado el 2 de marzo de 1865 bajo la guía de nuestro primer obispo, El Excmo. Sr. Don Bernardo Gárate. Grandes personalidades se han formado en este Seminario, hombres ilustres, santos y obispos que ha puesto en alto esta institución.