150 Aniversario de la Diócesis de Querétaro

A Don Faustino Armendáriz Jiménez, nuestro Padre y Pastor Diocesano
IX Obispo de Querétaro

Iniciamos este 2014 con la gracia de Dios, año en que celebramos el 150 aniversario de la creación (Erección, es el término técnico) de la Diócesis de Querétaro, misma que nació en medio de circunstancias que no le permitieron a su primer Obispo, Don Bernardo Gárate López y Arismendi, tomar posesión personalmente, sino por medio del Pbro. Luis G. Borja. El Obispo llegará a su amada Diócesis hasta el 29 de Enero de 1865 y murió el 31 de Julio de 1866. Apenas dos años después, 1867, nuestra Ciudad Episcopal fue escenario del llamado Sitio de Querétaro, esto con Sede vacante, sin Obispo, pues don Ramón Camacho García, Segundo Obispo de Querétaro, fue nombrado hasta 1869. Se han sucedido 9 Obispos desde la creación de la Diócesis hasta nuestro pastor actual. En 1865 fue creado el Seminario Conciliar Diocesano bajo la protección de Nuestra Señora de Guadalupe, lugar para formar al clero de la naciente diócesis, y de acuerdo con la Bula de Erección de la Diócesis el lugar destinado para su instalación fue “el Colegio que bajo la invocación de San Ignacio de Loyola y San Francisco Javier existe en dicha Ciudad de Querétaro, fundado y gobernado sabiamente en otro tiempo por los Religiosos de la Compañía de Jesús”, mismo que en la actualidad ocupa la Universidad Autónoma de Querétaro. El Seminario se vio albergado peregrinando por diferentes casas durante casi 100 años, hasta su ubicación actual en Av. Hércules 216 Pte. Conoció también el exilio durante la época de la persecución con motivo del conflicto religioso de los años 20s. Desde el Templo y Convento de la Santa Cruz de los Milagros en la ciudad episcopal, primer Colegio de propaganda fide en América, se emprendió, teniéndolo como modelo, todo el trabajo de Evangelización hacia todo el Continente, bajo la dirección de los frailes franciscanos, entre los que destacó el Beato Fray Junípero Serra, cuyo 300 años de su natalicio hemos apenas celebrado el año pasado.

Se podrían narrar muchas historias tejidas con fe, esfuerzo y alegría a lo largo de todos estos años de Iglesia particular, y esto es motivo de gratitud para con Dios y todas las personas protagonistas; así mismo, es tiempo de reconocer, como decía el Papa Juan Pablo II con motivo del Jubileo del año 2000, “las culpas del pasado”: “una purificación de la memoria de la Iglesia de «todas las formas de contratestimonio y de escándalo”, como signo “de vitalidad y de autenticidad de la Iglesia”, para reforzar su credibilidad; para que, por otra parte “la Iglesia contribuya a modificar imágenes de sí falsas e inaceptables, especialmente en los campos en los que, por ignorancia o por mala fe, algunos sectores de opinión se complacen en identificarla con el oscurantismo y con la intolerancia” (Comisión Teológica Internacional: Memoria y Reconciliación. La Iglesia y las culpas del pasado. n. 4).

En este momento es oportuno profesar nuestra fe: de Dios venimos y hacia Él vamos; Jesucristo es el Verbo eterno del Padre por quien todo fue creado, se encarnó en el seno de la Virgen María, padeció para redimirnos del pecado y de la muerte, resucitado asciende al cielo para abrirnos sus puertas y mientras tanto su esposa, la Iglesia suplica ¡Maranatha! (¡Ven Señor!); es lo que podríamos llamar Mysterium missionis (“Misterio de la misión”). Esa misión de Jesucristo de conducir todo al Padre y que por lo tanto lo hace ser Señor de la historia; la perfección de Jesucristo es su obediencia a la voluntad del Padre, es la misma obediencia que la Iglesia se esfuerza en vivir y le da la certeza de hacer lo correcto, aunque no lo sea siempre a los ojos del mundo, es la obediencia que sólo busca a gradar a Dios.

Para continuar haciendo historia en el contexto del 150 aniversario de la Diócesis, los cristianos estamos convencidos que “Dios ha dispuesto para el hombre todo bien, pero el hombre tiene que recibirlo cuando Dios se lo da, y por eso toda desobediencia y todo pecado contienen en su esencia un salto por encima del tiempo”1. Es decir, necesitamos estar atentos al kairós, ese “tiempo oportuno” que se descubre en el discernimiento que va del contemplar la realidad a los momentos intensos de oración, lejos de todo cálculo mundano, del que tanto habla el Papa Francisco como un gran peligro para la Iglesia. ¡Gracias Padre, hágase tu voluntad!

Pbro. Filiberto Cruz Reyes

 

1  VON BALTHASAR, URS; Teología de la historia. Ediciones Guadarrama, Madrid 19642, p. 44.