127 ANIV. CONSERVATORIO DE MÚSICA, J. GUADALUPE VELÁZQUEZ.

Santiago de Querétaro, Qro., 18 de febrero de 2019.

El día 18 de febrero de 2019, Mons. Faustino Armendáriz Jiménez, Obispo de la Diócesis de Querétaro, presidió la Sagrada Eucaristía, con motivo del 127 Aniv. del Conservatorio de Música, J. Guadalupe Velázquez, en la Santa Iglesia Catedral, ubicada en Av. Madero esq. calle Ocampo, a la que  asistieron los alumnos, profesores, académicos y personal administrativo de la escuela Diocesana de Música Sacra y del Conservatorio J. Guadalupe Velázquez. Concelebraron esta Santa Misa el Pbro. Carlos Hernández Reséndiz, Rector, Pbro. Martín Lara Becerril, Vicario General,  y algunos otros presbiterios que acompañaron. Dentro de la celebración, en el momento de la Homilía Mons. Faustino les compartió diciendo:  «Dios a cada quien nos ha dado capacidades diferentes, con la finalidad de ser felices; con la finalidad de enriquecer la vida, la cultura, el entorno. A Abel, Dios le dio la capacidad de ser pastor; a Caín, ser agricultor. A cada persona nos ha dado cualidades que están destinadas para que los seres humanos podamos experimentar la alegría de la comunión. Si todos fuésemos lo mismo, sería imposible entrar en diálogo, en comunicación. Al ver la orquesta podemos entenderlo mucho mejor. Si bien es cierto que existen conciertos para un sólo instrumento, también es cierto que, dicho instrumento logra hacer brillar su belleza con una mejor cualidad, cuando éste entra en sintonía con los demos instrumentos orquestales. Y no es que uno sea más importante que el otro. Al final de cuentas lo más importante de una obra musical no son los instrumentos, sino los silencios.

Les compartimos la Homilía completa: 

«Muy estimados sacerdotes, Reverendo P. Rector Pbro. Carlos Hernández Reséndiz, queridos alumnos, profesores, académicos y personal administrativos de nuestra amada Escuela Diocesana de Música Sacra y de nuestro Conservatorio “J. Guadalupe Velázquez”, queridos familiares y amigos, hermanos y hermanas todos en el Señor: Con alegría nos hemos reunido en esta noche para celebrar la Santa Misa, mediante la cual le queremos dar las gracias a Dios por todos los benéficos y las bendiciones que ha derramado a lo largo de estos 127 años en la vida de nuestra Escuela Diocesana de Música Sacra y del Conservatorio J. Gpe. Velázquez. Somos conscientes que aunque Dios “no necesita de nuestra alabanza es don suyo que seamos agradecidos y aunque nuestras bendiciones no aumentan su gloria nos aprovechan para nuestra salvación” (cf. Prefacio común IV, MR, p. 542). Damos gracias a Dios con la Santa Misa, porque es la alabanza más perfecta que al Señor le agrada; la manera mediante la cual, nuestro canto se une al cántico de alabanza que resuena eternamente en las moradas celestiales.

En este contexto, la palabra de Dios que hemos escuchado nos habla y nos ayuda a comprender de manera providencial, el camino mediante el cual debemos continuar ejerciendo nuestra misión como institución educativa, al servicio de la persona, de la cultura y de la construcción del reino de Dios.

Hemos escuchado un trozo del libro del Génesis (4, 1-15.25) en el cual se nos narra una de las escenas más dramáticas del Antiguo Testamento: el “fratricidio de Abel”, perpetrado por Caín, su hermano mayor. ¿Cuál es el fondo de dicho situación? Veamos un poco. Abel se hizo pastor y Caín agricultor. Caín presentó al Señor una ofrenda de los frutos de la tierra. Abel le ofreció los primogénitos de su rebaño y hasta su grasa. El Señor se fijó en Abel y su ofrenda, más que en Caín y la suya. Esto provocó malestar en la persona de Caín, al grado de andar cabizbajo. Entonces el Señor, le dijo: “¿Por qué te enfureces? ¿Por qué andas cabizbajo? Si obraras bien, llevaras bien alta la cabeza; pero si obras mal, el pecado te acecha a tu puerta y te acosa, aunque tú puedes dominarlo”. Impulsado por estos sentimientos asesinó a su hermano Abel, lo cual provocó la ira del Señor, al grado que como consecuencia es maldecido por la tierra que le da identidad y  de la cual se alimenta.

¿Qué tiene que enseñarnos este texto a nosotros en este día? La interpretación que se puede hacer de este texto es muy amplia; sin embargo, para entenderlo quisiera que nos fijásemos en lo siguiente:

a. Primera reflexión: Dios a cada quien nos ha dado capacidades diferentes, con la finalidad de ser felices; con la finalidad de enriquecer la vida, la cultura, el entorno. A Abel, Dios le dio la capacidad de ser pastor; a Caín, ser agricultor. A cada persona nos ha dado cualidades que están destinadas para que los seres humanos podamos experimentar la alegría de la comunión. Si todos fuésemos lo mismo, sería imposible entrar en diálogo, en comunicación. Al ver la orquesta podemos entenderlo mucho mejor. Si bien es cierto que existen conciertos para un sólo instrumento, también es cierto que, dicho instrumento logra hacer brillar su belleza con una mejor cualidad, cuando éste entra en sintonía con los demos instrumentos orquestales. Y no es que uno sea más importante que el otro. Al final de cuentas lo más importante de una obra musical no son los instrumentos, sino los silencios. Esta noche cada uno podemos preguntarnos: ¿A mí qué cualidades me ha dado Dios?, ¿Con qué capacidades humanas, físicas e intelectuales me ha distinguido el Señor?, ¿Hasta qué punto soy consciente de esto? En la medida en la cual sepamos ponerlas al servicio de los demás mi vida será más plena, tendrá sentido. Un instrumento musical no hace sentir sus cualidades estando guardado, en el estuche. Logramos percibir la dulzura o el estruendo de su sonido, hasta que alguien que  lo conoce, lo hace sonar con espíritu y con maestría. Les invita para que hagamos caso de aquella sentencia bíblica: “Que cada uno, con el don que ha recibido, se ponga al servicio de los demás”.

En la medida en la cual dejemos que sea Dios, el artista del mundo, quien haga sonar las cuerdas de nuestra vida, de nuestra mente y de nuestro corazón, sonarán los sonidos de la verdad, del bien, de la bondad y de la belleza que nos identifican y nos dan identidad. Dejemos que Dios toque nuestra vida y haga sonar para nuestro mundo y nuestra cultura que muchas veces vive triste, el sonido bello del Espíritu que alegra el corazón de los hombres. No importa si eres clarinete o timbal; tuba o violín. A los ojos de Dios eres el instrumento más bello que ningún “laudero” se haya podido fabricar.

Los padres fundadores J. Gpe. Velázquez, Cirilo Conejo Roldán, fueron conscientes de esto y por tal motivo se aventuraron a poner su cualidades al servicio del Evangelio, de la cultura, de la sociedad; al saberse músicos, no se encerraron en sí mismos, supieron dejarse tocar y que la cualidad de su vida se viese traducida en una Escuela Diocesana de Música Sacra y en un Conservatorio, de los cuales hoy cada uno de nosotros formamos parte y en la cual nos formamos, empapándonos de sus ideales y de sus propósitos.

b. Segunda reflexión: cuando no somos conscientes de lo que somos y de los dones que Dios nos ha dado, corremos el riesgo de caer en la tentación de Caín, es decir, la envidia, la insatisfacción, el desconcierto. Creyendo que somos menos o que somos más que los demás. Aquí residen muchas de las situaciones que constantemente aquejan al hombre de nuestros tiempos. Desconociendo la riqueza y los dones que Dios le da a cada uno, se anhelan otros, orillando a muchos a creer o pensar en situaciones fatales, tantas veces lamentables. Olvidando que Dios, como el artífice de  nuestras vidas, no es ajeno a ello, por lo cual como a Caín, nos cuestiona y nos interroga.

Las desdichas, las insatisfacciones, no son sino la consecuencia de nuestras malas decisiones. En este sentido, no es que Dios nos dé el merecido de nuestros actos. Para él siempre seremos sus creaturas. Sin embargo, debemos ser conscientes que cuando violentamos al “otro” semejante a mí, nuestra vida y nuestro entorno se trastorna.  Por eso el texto dice: “Si obraras bien, llevaras bien alta la cabeza; pero si obras mal, el pecado te acecha a tu puerta y te acosa, aunque tú puedes dominarlo”.

   c. Finalmente una ulterior reflexión: La elección de Dios siempre es gratuita e incontrolable. Aparentemente la causa el fratricidio de Abel se debió a la elección que Dios hizo de la ofrenda que ambos presentaron pensando que, Dios tiene sus consentidos o que Dios es imparcial. Eso no lo podemos decir. Lo que si podemos afirmar es que Dios conoce el interior del corazón y sabe sus intenciones. No se conforma con las apariencias, ni busca quedar bien con ninguno.  A Dios le agradan los sacrificios que se ofrecen desde el corazón. Desprecia aquellos que se hacen falsamente o por compromiso. Desprecia aquellos que maquillados con el rubor de la alegría, tienen como fondo y contenido la indiferencia o lo que es más triste la repugnancia. Para Dios no importa si nuestra ofrenda es pequeña o grande. Lo que importa es lo que le da sustento y contendido, lo que se ofrece con generosidad y alegría.  Por eso, el sacrificio de su hijo en la cruz fue el sacrifico que más le agradó, pues Jesús mismo quiso ofrecerse por nosotros, por nuestro pecados. A Dios no le gustó el sacrifico y la ofrenda de Caín, quizá porque lo que logró ver en su corazón fue todo, menos una ofrenda de corazón.  En este sentido quisiera que entendiésemos que esta es la esencia y el fondo de lo que a ustedes como músicos sacros les debe importar. De nada serviría cantar música sacra, si no lo hacen desde el corazón, si no lo hacen conscientes que su música y su canto es una ofrenda que se dirige a Dios. Esta es la esencia, la misión y la mística de la Escuela Diocesana de Música Sacra y Conservatorio “José Guadalupe Velázquez”: “formar músicos litúrgicos, conscientes que la música es una ofrenda para Dios mediante la cual le ofrecemos la ofrenda más perfecta”, por el contrario nada marcaría la diferencia con otras escuelas y universidades de música existentes aquí y en otras partes.

Queridos alumnos, profesores, personal administrativo, padres de familia y directivos: como Iglesia diocesana y como Institución eclesial, es nuestro deseo el que cada vez más, vayamos tomando consciencia de la identidad y misión de nuestra Escuela Diocesana de Música Sacra y Conservatorio “José Guadalupe Velázquez”. No podemos dejarnos envolver por el secularismo campante en una sociedad y en una cultura donde lo sacro no tiene cabida, so pretexto del respeto de creencias y de la libertad religiosa. Las  instituciones  que representamos y que hoy nos tienen, aquí nacieron con una identidad netamente cristiana, netamente anclada en los valores del Reino. Es nuestra responsabilidad y compromiso que así siga siendo, por el contrario estaremos traicionando los ideales que la vieron surgir y plantarse en la sociedad.

Queridos jóvenes, tengan la certeza que si se dejan encontrar con el Señor, su vida cada vez más tendrá sentido. Él ofrece todo, lo único que nos pide es “responderle desde el corazón”. Cuando canten, toquen algún instrumento o interpreten alguna partitura, háganlo con la conciencia que es una ofrenda para Dios. Cuentan que los músicos Johann Sebastian Bach y Georg Friedrich Händel, al terminar de escribir alguna pieza musical, escribían siempre  la rúbrica: “Soli Deo Gloria”, lo cual nos hace pensar que eran conscientes que aquello que hacían era una ofrenda para Dios, por lo tanto, los méritos y el reconocimiento debían sólo para él.

Lo que Dios quiere es que seamos felices, que tengamos una vida plena; sus propósitos e intenciones al enviarnos a su Hijo Jesús como “Camino, Verdad y Vida” (Jn 14, 6), tal como escuchamos en la antífona del Aleluya, no son otra cosa, sino mostrarnos el camino para vivir felices aquí y posteriormente en la vida eterna.

Pidamos a Dios que nos asista con los dones de su Espíritu para que cada vez más, luchemos por purificar el corazón y las intenciones que nos mueven a dirigirle a Dios nuestra oración, nuestra música y nuestra alabanza, de tal forma que no sea sino su gloria lo que busquemos y por lo cual nos desgastemos. Agradecemos continuamente los dones y las cualidades con las cuales Dios nos ha bendecido, de tal forma que nos aprovechen para nuestra salvación.

Que la Virgen María, a la que invocamos continuamente como la “llena de gracia”, sea el modelo de quien sabe ofrecerse a Dios, con un corazón limpio y sin malas intenciones. Amén».

Al terminar el Señor Obispo les felicito por esta celebración, y les dio la bendición y la asamblea reunida le brindo un fuerte aplauso, como signo de agradecimiento por su presencia en esta acción de gracias.