Pbro. Luis Ignacio Núñez
(Hablemos claro) ¡Aleluya! Hoy domingo de Resurrección, celebramos la victoria de Cristo sobre la muerte y el pecado. Después de estos días santos en que toda la Iglesia ha conmemorado la Pasión y Muerte de Jesucristo, hemos esperado con gran asombro la Resurrección de Cristo.
“No está aquí, ha resucitado”, estas son las palabras que el evangelista Marcos nos describe. Nuestra esperanza no desfallece, al contrario se fortalece y se refuerza nuestra profunda convicción. Cristo ha resucitado para transformar, iluminar y convertir nuestras tristezas en alegría, nuestros miedos en seguridades, nuestro odios, rencores y egoísmos en servicio y caridad por los demás. Esta es la gran realidad de nuestras miserables vidas, resucitar con Él para darle sentido a todo lo que día con día experimentamos, sentimos y vivimos en la vida familiar, en la vida del trabajo, de la escuela, de la calle, del descanso…
Como bautizados estamos llamados a tener rostros de resucitados, porque Cristo ha vencido las cadenas del pecado y de la muerte para transmitirnos una nueva vida. Dejemos a un lado ese hombre viejo de nuestras pasiones que tanto paralizan la vida cristiana y convirtámonos en testigos vivos de la Resurrección.
Durante todo este tiempo nos saludaremos diciendo: ¡Felices Pascuas de Resurrección! Ésta es la culminación de evangelio, es la Buena Noticia: Cristo, el crucificado, ha resucitado. Este acontecimiento es la base de nuestra fe y de nuestra esperanza: Si Cristo no hubiera resucitado, el cristianismo perdería su valor; toda la misión de la Iglesia se quedaría sin brío, sin fuerza e ilusión, pues aquí ha comenzado y desde aquí reemprende siempre de nuevo.
No podemos quedarnos indiferentes, debemos caminar por todos lados y testimoniar que somos verdaderos mensajeros de esta noticia. Aprendamos del singular ejemplo de las mujeres que se acercaron al sepulcro y advertidas por el ángel corrieron a comunicar la gran alegría.
Que la Santísima Virgen nos ayude a experimentar la presencia viva de su Hijo Resucitado, fuente de esperanza y de paz. ¡Hablemos Claro!