Atrio de la Misión de Santiago de Jalpan, Jalpan, Qro., 28 de noviembre de 2015.
Año de la Vida Consagrada –Año de Evaluación y programación del PDP
Muy queridos hermanos sacerdotes y diáconos,
queridos miembros de la vida consagrada,
queridos peregrinos y peregrinas,
hermanos y hermanas todos en el Señor:
1. Agradecidos con Dios por el regalo de la santidad en San Junípero Serra, hemos querido como Iglesia diocesana celebrar esta Eucaristía en este lugar tan emblemático y significativo. Conscientes que la ‘santidad’ se ofrece en la Iglesia como modelo y meta de todos los bautizados. Especialmente cuando en el horizonte de la vida cristiana, el ideal de la perfección humana y de la santidad, se ven ensombrecidos por otras realidades que nos alejan de la verdadera esperanza y de la vida plena. Celebrar hoy a San Junípero Serra, es la oportunidad de volver la mirada a la propia identidad cristiana y descubrir que como él, también nosotros podemos lograr la meta propuesta por Jesús, anunciando el Evangelio y haciendo de todas las gentes discípulos suyos, para que en él también nosotros tengamos vida” (cf. Mt 28, 19-20). ¡Ser santo el día de hoy, es ser como Jesús anunciadores de la Buena Nueva! ¡Ser santo el día de hoy, es vivir el estilo misionero de Jesús, aprendiendo y practicando las bienaventuranzas del Reino!
2. Me alegra contemplar esta asamblea, integrada por cada uno de ustedes quienes han venido de las diferentes parroquias y comunidades que integran la Diócesis de Querétaro. Felicito a quienes durante estos ocho días se han dado la oportunidad de vivir y caminar la primera peregrinación diocesana, desde el Templo de Teresitas hasta esta misión de Santiago de Jalpan, lugar que albergó a San junípero Serra durante algunos años. La peregrinación que hemos hecho nos recuerda a todos que la vida es una constante peregrinación hasta la meta definitiva que es Cristo. Gracias a todos por unirse a esta gran fiesta diocesana, que representa la comunión y nos anima para continuar dando todo por el anuncio del evangelio.
3. En este contexto eclesial, la palabra de Dios hoy nos habla y que nos ayuda a comprender lo hermoso que es anunciar el Evangelio y trasmitir la Buena Nueva a los corazones que han perdido la esperanza o el sentido de vivir. La Buena Nueva que anuncia la paz y que grita que ha llegado la salvación (cf. Is 52, 7-10). El Señor nos hace saber que solamente su palabra es capaz de llenar el corazón de alegría y dar sentido a la existencia. Tristemente con tan solo mirar un poco la realidad, podemos descubrir que existen muchos hombres y mujeres que no se han encontrado con este mensaje y por ende su vida no tiene rumbo ni sentido. Lo más triste de todo es que muchos de ellos están condenados a continuar hundidos en el desconcierto de la vida y en la indiferencia social, cultural, económica y quizá religiosa porque tal vez no hay quien les anuncie el Evangelio y les comparta la alegría de creer en Cristo.
4. “Esto requiere desde nuestra identidad católica, una evangelización mucho más misionera, en diálogo con todos los cristianos y al servicio de todos los hombres” (DA, 13). Ante esta realidad es urgente que hagamos caso a las palabras del Evangelio: “Vayan pues y hagan discípulos a todas las gentes” (Mt 28, 19). Este imperativo sigue siendo una tarea pendiente (LS, 3) y no podemos permanecer inmutables y mudos espectadores. El Señor nos urge para que nos pongamos en acción. Por esto nosotros, como discípulos de Jesús y misioneros, queremos y debemos proclamar el Evangelio, que es Cristo mismo. Siendo como hemos dicho los obispos en Aparecida: “Portadores de buenas noticias para la humanidad y no profetas de desventuras” (cf. DA, 29). Tenemos la responsabilidad de anunciar el mensaje de Jesús. Porque la fuente de nuestra alegría “nace de ese deseo inagotable de brindar misericordia, fruto de haber experimentado la infinita misericordia del Padre y su fuerza difusiva” (EG, 24). San Pablo en la segunda lectura nos ha dicho que la esencia del mensaje evangelizador debe ser el imperativo de la alegría (cf. Filp, 4, 4-5).
5. Queridos hermanos y hermanas, en la víspera del año jubilar de la misericordia, nos sentimos comprometidos con el Señor para ser testigos de la misericordia, es decir, estamos llamados, a ver a realidad con los ojos de Dios, a sentir con los mismos sentimientos de Cristo, al grado de hacernos prójimos con aquellos que en el correr de la vida lo han perdido todo, tanto material como espiritual. Estamos llamados a ir a todos, a tiempo y a destiempo. El Papa Francisco lo dice así: “A todos, en todos los lugares, en todas las ocasiones, sin demoras, sin asco y sin miedo. La alegría del Evangelio es para todo el pueblo, no puede excluir a nadie” (EG, 23).
6. Este mensaje San Junípero Serra lo supo asimilar y llevar a la práctica, al grado de no escatimar renunciar a su cultura, a sus costumbres y a sus tradiciones; dejándolo todo para venir al nuevo mundo y sembrar la semilla del Evangelio entre nosotros. Su conciencia clara de ser discípulo misionero, le llevó a estar convencido que los indígenas, eran personas capaces de poder también ellos llegar a convertirse en seguidores de Jesús y vivir según el mensaje del Evangelio. En este sentido la Iglesia considera que San Junípero Serra hoy es modelo para hacer efectiva la nueva evangelización; su ejemplo nos ilumina para reinventar la Iglesia y conocer los medios y las estructuras que permitan a las nuevas generaciones captar la centralidad del mensaje cristiano. Somos conscientes que para que la nueva evangelización sea una realidad hoy en día, es necesario que los evangelizadores seamos personas libres, dispuestas a no escatimar la salud, la comodidad y el bienestar. De ello San Junípero Serra dio claro testimonio.
7. En la Misa de canonización el Papa Francisco nos ha dicho: “Somos deudores de una tradición, de una cadena de testigos que han hecho posible que la Buena Nueva del Evangelio siga siendo generación tras generación Nueva y Buena” (Francisco, Homilía en la Misa de canonización de Fray Junípero Serra, Washington D.C, 23 de septiembre de 2015). Haciendo eco de estas palabras, quiero invitarlos para que no perdamos de vista esto, y pensemos en que las futuras generaciones heredarán lo que con alegría y con parresía nosotros les anunciemos. “Nuevas culturas continúan gestándose en estas enormes geografías humanas en las que el cristiano ya no suele ser promotor o generador de sentido, sino que recibe de ellas otros lenguajes, símbolos, mensajes y paradigmas que ofrecen nuevas orientaciones de vida, frecuentemente en contraste con el Evangelio de Jesús. Una cultura inédita late y se elabora en la ciudad” (EG, 73). “Para la Iglesia, el nuevo mundo del espacio cibernético es una exhortación a la gran aventura de la utilización de su potencial para proclamar el mensaje evangélico” (DA, 482). “Es necesario comunicar los valores evangélicos de manera positiva y propositiva” (DA, 492). Que no nos gane la apatía o la imposibilidad de continuar trasmitiendo como herencia, aquello que es nuestra identidad, nuestra gloria y nuestra herencia.
8. Desde luego que esta tarea no es fácil, necesitamos el auxilio de Dios y la intercesión de los santos, es por ello que hemos nombrado a San Junípero Serra, Patrono de la Misión Permanente en la Diócesis, precisamente para que él sea nuestro intercesor y nuestro guía. Su ejemplo de santidad nos ha de ayudar para discernir los caminos de la misión. Su ejemplo de santidad deberá ser motivo de inspiración para fraguar las estrategias y estructuras pastorales, en un tiempo propicio como lo es el proceso evangelizador en el que la Diócesis se encuentra. Que la Santísima Virgen María, así como inspiró el trabajo pastoral de San Junípero Serra, también nos ayude y nos acompañe en nuestro caminar pastoral Amén.
† Faustino Armendáriz Jiménez
Obispo de Querétaro